Cuando la realidad supera la visión: Lecciones de mi primer emprendimiento
Cuando uno decide emprender, suele estar lleno de energía, entusiasmo e ideas. Eso me pasó a mí cuando lancé mi primer producto: mermeladas caseras elaboradas con frutas y productos típicos de mi país. Tenía la convicción de que, con un buen diseño, un producto cuidado y mucha ilusión, el proyecto funcionaría. Pero no tardé en descubrir que la realidad tenía otros planes, y que el verdadero aprendizaje comenzaba justo donde terminaba mi visión inicial.
Un producto bueno… pero no para todos
Desde el inicio, entendí que el producto era de calidad. Sabía cómo prepararlo, lo presentaba bien y me sentía orgulloso. Sin embargo, pronto noté que las ventas no avanzaban como esperaba. Las mermeladas eran algo común y cotidiano en España, y eso jugaba en mi contra: en el mercado local al que me dirigía, el producto no tenía novedad ni diferenciación. Además, la cultura alimentaria del entorno no incluía este tipo de artículos, por lo que el interés era limitado, salvo entre personas procedentes de países más occidentalizados.
Fue entonces, casi por accidente, cuando descubrí otro camino. En un evento familiar, preparamos chips de plátano como aperitivo. La respuesta fue inmediata y unánime: gustaron a todos, tanto por su sabor como por su originalidad. “¿Por qué no vendes esto?” fue la pregunta que me abrió los ojos. En ese momento, entendí que no era suficiente ofrecer algo bueno: había que ofrecer algo relevante, adaptado al entorno, con potencial de crecimiento real.
Reajustar el rumbo y construir desde el aprendizaje
Ese giro marcó el comienzo de un nuevo enfoque. Dejé de aferrarme a una idea que no conectaba con mi público y comencé a explorar lo que realmente tenía sentido para el entorno en el que estaba. Cambié de producto, de estrategia y de mentalidad. Aprendí a escuchar, a observar las respuestas del mercado y a actuar en consecuencia, sin apegarme a la visión romántica del emprendimiento perfecto.
Conclusión: del error al crecimiento
Mirando atrás, me alegra haber fallado al principio. Porque ese error fue el punto de partida para crecer como emprendedor. Me enseñó que la flexibilidad, la humildad y la capacidad de leer el entorno valen más que una buena idea aislada.
¿Estás emprendiendo y te sientes frustrado porque tu idea no despega? No te desanimes. A veces, la clave no está en insistir, sino en ajustar. Escucha al mercado, abre tu mente, y no temas cambiar el rumbo. El éxito no siempre está donde lo planeaste, pero puede estar donde menos lo esperas.
Bassy Bololo Riokaló
Criminólogo por vocación, aprendiz constante y soñador insomne.
Aquí comparto lo que la teoría no enseña y la experiencia confirma.