🎭 Faust: entre pactos demoníacos y dilemas morales
📜 Sinopsis y contexto de la ópera
Compuesta por Charles Gounod y estrenada en 1859 en el Théâtre Lyrique de París, Faust es una adaptación libre del drama Fausto de Goethe, obra clave del romanticismo alemán. Aunque la versión operística se centra en la primera parte del texto original, Gounod y sus libretistas (Jules Barbier y Michel Carré) reconfiguran el relato con un enfoque marcadamente emocional y moralizante, más próximo al espíritu francés de la época que al idealismo filosófico del original.
La ópera narra la historia de Faust, un anciano desencantado con la vida y la ciencia, que, en un momento de desesperación, invoca al diablo. Así aparece Mefistófeles, quien le ofrece juventud a cambio de su alma. Rejuvenecido, Faust conoce a Marguerite, una joven inocente a quien seduce y abandona. Este acto desencadena una cadena de tragedias: la deshonra de Marguerite, la muerte de su hermano Valentin, el infanticidio, la locura y la condena… hasta que un último acto de fe salva a Marguerite de la condenación eterna.
Gounod reviste este relato con una música de gran fuerza simbólica y espiritual, donde el bien y el mal no solo se enfrentan externamente, sino dentro de cada personaje. Las arias y coros —especialmente los de Marguerite y Mefistófeles— traducen la lucha moral en términos emocionales, creando una experiencia sonora y narrativa de gran impacto psicológico.
La versión que se estrena en el Palau de les Arts este 3 de octubre de 2025 retoma esta obra desde una óptica moderna, consciente del valor simbólico de cada acción y cada gesto, permitiendo una lectura criminológica sobre la responsabilidad, la manipulación emocional y la fragilidad humana ante el poder.
🔍 Quién es quién: personajes clave
👨🔬 Faust: Anciano erudito desencantado con la ciencia, la religión y la vida. En su desesperación, hace un pacto con el diablo a cambio de juventud. Es un personaje dual: víctima de su vacío existencial y, a la vez, agente de la destrucción emocional de Marguerite.
😈 Mefistófeles: Encarnación del mal, astuto y manipulador. No solo tienta a Faust, sino que orquesta la caída de Marguerite. Representa el poder que pervierte, corrompe y convierte el deseo humano en tragedia social.
👩🦰 Marguerite: Joven inocente, objeto del deseo de Faust. Su evolución va de la pureza al abandono, pasando por el estigma social, la locura y el infanticidio. Es el centro del drama victimológico de la obra.
⚔️ Valentin: Hermano de Marguerite, soldado honorable que representa el valor y el orden. Su muerte a manos de Faust —tras maldecir a su hermana— marca un punto de no retorno en la tragedia.
🧓 Marthe: Vecina de Marguerite, figura secundaria que permite el desarrollo del engaño romántico entre Faust y Marguerite. Actúa como mediadora ingenua entre el deseo y la destrucción.
🗡️ Siebel: Joven enamorado de Marguerite. Aunque su rol es menor, encarna la inocencia masculina no corrompida, y contrasta con el deseo posesivo de Faust.
⚖️ Violencia simbólica, manipulación emocional y pacto con el mal: la estructura criminal del deseo sin límites
La ópera Faust de Charles Gounod presenta una trama en la que la figura del crimen no se manifiesta solo en actos jurídicamente tipificables, sino en la arquitectura simbólica de una manipulación existencial. El personaje de Mefistófeles encarna un agente de corrupción moral que activa mecanismos de seducción, coacción y poder simbólico para llevar a Faust a una ruptura con la norma y con su propia identidad.
Desde el enfoque de la criminología crítica, esta narrativa permite reflexionar sobre el papel de las estructuras simbólicas en la comisión de actos reprobables. No se trata de un crimen físico directo, sino de un proceso de captura de voluntad, donde el deseo de poder, juventud y placer es instrumentalizado hasta provocar consecuencias trágicas. En palabras de Foucault (1975), el poder no se impone solo por la fuerza, sino por la seducción de las normas internalizadas, los deseos inducidos y la lógica del sacrificio.
Faust no delinque por necesidad, sino por convicción alterada. Mefistófeles no lo obliga; lo persuade, lo adula, lo guía hacia el abismo con el disfraz de la libertad. Este tipo de relación recuerda el concepto de “autoría mediata por estructuras de poder” explorado en el derecho penal internacional, donde quien da la orden no siempre ejecuta, pero domina el aparato de manipulación.
La seducción del mal, en este sentido, no es un capricho narrativo, sino una forma de violencia simbólica que tiene consecuencias penales. Como indica Baratta (1998), la criminalidad no puede analizarse solo desde la norma formal, sino desde las condiciones sociales y simbólicas que hacen posible —y hasta deseable— la transgresión.
La víctima instrumentalizada como objeto, cuerpo y símbolo
La figura de Marguerite en Faust representa una de las manifestaciones más evidentes de la victimización instrumental. No se trata únicamente de una mujer seducida y abandonada, sino de un cuerpo convertido en territorio de disputa entre el deseo de Faust, la manipulación de Mefistófeles y los límites morales de una sociedad patriarcal. Desde el enfoque victimológico, Marguerite no es una víctima pasiva, sino el epicentro de un conflicto de poder donde su sufrimiento sirve de medio para narrar la caída de otro.
El ciclo de violencia que padece Marguerite —seducción, embarazo, abandono, muerte del hermano, prisión y condena— responde a una lógica de desposesión identitaria. En términos de Barudy (1998), la victimización secundaria se produce cuando la respuesta institucional o social no solo no repara el daño, sino que lo amplifica. Marguerite no es protegida, sino estigmatizada. No es acogida, sino condenada.
Desde la criminología feminista, esta construcción dramática revela cómo los cuerpos femeninos han sido históricamente utilizados como vehículo de redención masculina o castigo ejemplar. La caída de Marguerite no activa mecanismos de justicia, sino una narrativa de culpa. Su salvación final no corrige la violencia padecida, sino que la encubre bajo una redención celestial que deja intacto el sistema que permitió su tragedia.
💡 El deseo como transgresión y pacto con la oscuridad
La figura de Faust encarna una forma de transgresión que va más allá del delito físico o jurídico: representa la ruptura de los límites morales autoimpuestos. El pacto con Mefistófeles no solo simboliza un acuerdo con el mal, sino una decisión consciente de anteponer el deseo individual a cualquier consecuencia ética, social o espiritual. Desde una perspectiva criminológica, esta decisión puede analizarse como una forma de racionalización del delito, donde el beneficio percibido (juventud, placer, conocimiento) justifica el daño colateral.
Teóricos como Sykes y Matza (1957) ya señalaron que muchos actos desviados se sostienen en mecanismos de neutralización. En este caso, Faust justifica su comportamiento bajo la premisa de una insatisfacción vital, lo que le permite desresponsabilizarse del sufrimiento que causa. La seducción de Marguerite, la manipulación de su entorno y el asesinato indirecto de su hermano no se presentan como crímenes, sino como consecuencias inevitables de una búsqueda “superior”.
Este tipo de narrativa resuena con lo que Katz (1988) denomina “la seducción del crimen”: el impulso transgresor no como desviación patológica, sino como experiencia estética, casi trascendental. En Faust, el deseo de vivir más intensamente se convierte en una justificación para vulnerar normas fundamentales. Y en ese camino, Mefistófeles no actúa como simple demonio externo, sino como reflejo del impulso autodestructivo latente en el protagonista.
💔 Marguerite como víctima secundaria y simbólica
Aunque Faust es, a primera vista, una historia centrada en la transgresión masculina, el verdadero daño recae sobre Marguerite, cuya trayectoria ilustra los efectos colaterales de los deseos ajenos. Marguerite es seducida, estigmatizada, abandonada y finalmente enloquecida, sin haber cometido más falta que confiar. Desde la perspectiva de la victimología moderna, sufre un proceso de revictimización progresiva que comienza en lo emocional y culmina en lo institucional, con su condena y reclusión.
La dinámica que rodea a Marguerite encaja con lo que Barudy (2000) define como la "victimización crónica", en la que el entorno refuerza el sufrimiento de la víctima en lugar de ofrecer reparación. No se trata solo del abandono de Faust, sino del castigo social, la pérdida del hijo, la muerte del hermano, y la degradación psicológica. La tragedia de Marguerite no es la caída, sino la soledad estructural en la que esa caída se produce.
Desde una lectura de género, la ópera también puede leerse como una crítica (implícita o no) a los modelos patriarcales de redención. La figura femenina se sacrifica, sufre y es redimida —pero nunca rescatada—, mientras que el protagonista masculino se reserva el privilegio del pacto, del arrepentimiento y, en algunos montajes, incluso de la salvación. Marguerite, por el contrario, representa a todas aquellas víctimas que, aun siendo inocentes, son tratadas como desechables.
🧠 Lecciones sociales y criminales
Faust no solo relata una tragedia personal, sino que interpela a las estructuras sociales que permiten, silencian o perpetúan el daño. La historia nos enfrenta a una pregunta incómoda: ¿cuánto pesa la responsabilidad individual cuando el entorno favorece la impunidad de unos y castiga la vulnerabilidad de otros? En este sentido, el pacto con Mefistófeles no es solo una metáfora de ambición o deseo, sino también de las grietas institucionales por donde se cuelan las decisiones que generan sufrimiento.
La ópera pone de relieve cómo el poder —sea mágico, moral o social— puede operar en favor del transgresor cuando este está amparado por estructuras que le otorgan agencia. Faust pacta, transgrede, abandona. Marguerite ama, espera, sufre. El contraste es crudo, y pone en evidencia una realidad vigente: las víctimas reales no siempre son las protagonistas de la narrativa judicial o moral.
Desde una perspectiva criminológica, Faust es una advertencia sobre la banalización del daño cuando este se maquilla con romanticismo, redención o arte. La ópera no absuelve a Faust, pero tampoco lo sanciona con la contundencia que merece. Esta ambigüedad abre una grieta interpretativa desde la cual podemos leer el relato como una denuncia silenciosa: la impunidad selectiva también es una forma de violencia.
🎭 Invitación a ver la ópera
Hay óperas que nos seducen por la belleza de su música, y otras que, además, nos golpean con la crudeza de su contenido humano. Faust, de Charles Gounod, es ambas cosas. Una obra maestra del Romanticismo tardío que envuelve en lirismo una historia de ambición, manipulación y sufrimiento que aún resuena con fuerza en nuestra sociedad.
Quienes se acerquen al estreno en el Palau de les Arts este 3 de octubre, no asistirán solo a una función escénica: presenciarán el retrato de una tragedia colectiva, envuelta en el pacto individual de un hombre que vende su alma, pero también en el desgarro de una mujer que pierde todo sin haberlo ofrecido jamás.
Ver Faust es escuchar cómo la belleza puede narrar el dolor, cómo la música puede dar forma a lo invisible, y cómo el arte se convierte, una vez más, en espejo y denuncia. Es una invitación a mirar más allá del espectáculo... y atreverse a leer la ópera como quien lee una sentencia social.
Bassy Bololo Riokaló
Criminólogo (367 – ICOC-CV) y mecenas cultural
Creador de la serie Crimen y Ópera
📚 Referencias académicas
- Barudy, J. (2000). El dolor invisible de la infancia. Paidós.
- Bourdieu, P. (1999). La dominación masculina. Anagrama.
- Garland, D. (2001). The Culture of Control: Crime and Social Order in Contemporary Society. Oxford University Press.
- Larrauri, E. (2008). Criminología crítica: sobre derecho penal y exclusión social. Tirant lo Blanch.
- Foucault, M. (1975). Surveiller et punir. Naissance de la prison. Gallimard.
- Redondo Illescas, S. (2002). La victimología y los modelos explicativos del delito. Universidad de Barcelona.
- Barudy, J., & Dantagnan, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia: Parentalidad, apego y resiliencia. Gedisa.
- Gounod, C. (1859). Faust [Partitura original]. París: Théâtre Lyrique.
- Goethe, J.W. von (1808). Faust. Der Tragödie erster Teil. Alemania.